domingo, 9 de agosto de 2009

Notas del director

En “Los Ángeles en el espejo gris” los personajes transitan, como consecuencia directa de su categoría socioeconómicas, una insoportable existencia cargada de padecimientos y soledades.

Ángeles con las alas rotas, escribe Bonafede, como metáfora de vida de los dos protagonistas, pero al mismo tiempo en su obra nos cuenta la historia de otros personajes (madres, hermanas, amigas, enemigos) que no están impedidos ni física ni mentalmente, pero sin embargo e irremediablemente sufren soledades, desamores, destierros y dolores. Como si la única posibilidad de estos seres sea conectarse a la vida a través del dolor.

¿Que destino pueden esperar los que nacen defectuosos o impedidos y no tienen posibilidad de insertarse en la sociedad?

Ambos padecen la soledad y la injusticia como marca de vida, sobreviviendo a una vida de maltratos con el único objetivo de reparar sus alas y por fin… ¿levantar vuelo?

La sociedad moderna es sin dudas una sociedad productiva, es decir, un sociedad regida por un sistema cuya lógica se mueve en el sentido estricto de la producción de bienes y la acumulación de capital, de manera tal que todo individuo que en nuestro sistema no resulta productivo es, en el mejor de los casos, marcado, tachado, censurado y en la mayoría de las ocasiones “descartado”.

Cuando el sistema detecta individuos que “no producen” y una vez certificado científicamente que “no producirán” en el futuro, las medidas habituales son encerrarlos, condenarlos, desecharlos y para eso están nuestras instituciones hospitalarias, psiquiátricas, educativas, carcelarias y judiciales.

De esto trata también “Los Ángeles del espejo gris” una obra que transita la soledad y el dolor de dos seres “marcados” por sus incapacidades, pero fundamentalmente sentenciados por su incapacidad para producir y en consecuencia, descartados.

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